segunda-feira, 28 de abril de 2008

El motociclista enamorado

Hola, aquí vos deixo un pequeno relato de Gianni Rodari que quero adicar en particular aos dous motociclistas namorados do blog: Gonçalo e Gusta_vete. Cando o lin pensei, son tal cual (polo menos Gusta_vete). É un relato humorístico e non creo que sexa nada complicado de ler (na parte de atrás do libro pon a partir de 12 anos), así que agardo un mínimo comentario voso, senón me enfado ;(... Fago como da outra vez, metoo en dous cachos (unha parte como comentario), cliqueades no titulo e o vedes dun tirón. Ala, un bico.

El motociclista enamorado
El comendador Mambretti, propietario de
una fábrica de accesorios para sacacorchos en Car­pi, provincia de Módena, tiene un hijo llamado Eliso, que tiene dieciocho años. Viste siempre un pesado chaquetón impermeable con acolchado in­terior pespunteado, pero debajo se pone un mono bicolor separable en la cintura con cremallera, y en la cabeza lleva un casco integral de fibra, con acústica perfecta, y visera recambiable. En suma, un motociclista propiamente dicho.

Una mañana Eliso se presenta en la empre­sa de su señor padre y dice:

-Papá, quiero casarme.

El comendador Mambretti contesta:

-Menos mal que te han entrado ganas de hacer algo. Mides un metro noventa y uno, pesas ochenta y siete kilos, no has acabado el Bachille­rato, los accesorios para sacacorchos no te intere­san, has gastado más en botas de motocross que yo en cuadros del maestro Annigoni... Oigamos. ¿Es rubia o morena?

-Es roja -responde Eliso.

El comendador Mambretti reflexiona.

-Roja -dice-. ¡Pues sí que es un color­cito adecuado para el hijo de un industrial! Ya me parece oír las carcajadas de la comisión obrera.

-Si quieres, puedo pintarla de blanco -di­ce Eliso, por darle gusto.

El comendador Mambretti reflexiona un poco más. Eliso aprovecha para agregar otros de­talles:

-Es japonesa.

-¡Ah, qué bien! Encima extranjera. No es­toy de acuerdo, hijo: el caballo y la mujer de tu tie­rra han de ser. ¿Nombre?

-Yo la llamo Minina.

-Claro que sí, Eliso, emparentemos con los felinos.

-No es una gata, es una motocicleta. Quie­ro casarme con mi moto Setecientos cincuenta.

El comendador Mambretti suspira:

-Hijo mío, nunca te he negado nada; es­toy aquí para darte la felicidad. Pero ¿no piensas en nuestra honra? En el terreno de los accesorios para sacacorchos somos los primeros del Valle del Po y los segundos de Europa, equiparables con los Krupp de Solingen. Y tú vas a elegir una mu­jer de clase inferior. Tu madre se morirá de con­goja. Ella quería darte a la Susi, hija de la Firma Mambrini, que produce collares para cuellos de botella. Ésa sí que sería una mujer para ti y el con­suelo de mi vejez.

-Ni siquiera tiene espejo retrovisor...

-Sí que lo tiene; lo lleva en el bolso, se lo he visto yo. Pero si no te gusta, no he dicho nada.

6 Comments:

Marta said...

Estaría también la Foffi, hija de la firma Mambroni, que produce accesorios para perros guardianes.
-Pero ¿tiene encendido electrónico? -pregunta Eliso.
-Claro, lo utiliza para encender los cigarrillos. Pero si no te gusta, amén. ¿Y la Bambi, hija de la firma Mambrinelli, que produce tapas para ollas y ollas para tapas, eh?
-No, ésa no. Sé con seguridad que no tiene bujías con electrodo de cobre. No la quiero. Quiero a mi Minina con el cambio a la izquierda.
-A la izquierda -se enfurece el comendador Mambretti-. ¡A la izquierda! Te ha estropeado el Paese Sera.* (Diario comunista de la tarde. (N. del T.)

Ya basta. Esa boda no se celebrará. Cambio y corto. Y a partir de hoy, puedes ir despidiéndote de las cien mil liras de paga semanal.
Eliso palidece. Quisiera responder algo, pero siempre ha sido flojo en lengua italiana y no tiene a mano un diccionario. Por lo tanto se levanta y se va.
Anda que te andarás, va al garaje y saca su Minina, la pone en marcha con el encendido electrónico, cruza con estruendo pueblos y ciudades, todos se echan a un lado, los chiquillos corren a ver. Eliso se siente fuerte, poderoso, envidiado, invencible; sería capaz de ganar el Gran Premio de Monza y Gorgonzola, de ganarse los aplausos de un millón de personas, de hacer perder la cabeza a quinientas mil chicas suecas; ve ya su fotografía en la revista
¿Dos cilindros o tres?, y de vez en cuando grita: «¡Abajo los accesorios para sacacorchos!».
Cuando la Minina se para significa que se ha acabado la gasolina. Cuando se para del todo significa que se ha acabado el dinero. Pero Eliso no se desanima. Para mantener a su Minina lava platos en los restaurantes, se dedica a recoger pieles de conejo, trabaja de levantador de pesos en las ferias, de guarda en el Museo del Triciclo, en cien oficios. No piensa regresar jamás a su casa.
La Minina parece contenta con esta nueva vida y da muchas pruebas de buena voluntad. Alcanza los ciento cincuenta por hora en cuatrocientos metros, toma las curvas parabólicas a doscientos; es tan escrupulosa que pide que le compre una cabecita magnética para medirse las vibraciones. De vez en cuando, claro, algún caprichito; todas las mujeres los tienen, ¿no? La Minina se porta bien una semana entera para que le regalen un megáfono que aumenta el ruido del tubo de escape y también Eli so está encantado con ese invento, porque así cuando acelera lo oyen hasta en Suiza y en Hungría.
Con el tiempo la Minina se aficiona a las transformaciones. Primero quiere un depósito de colores psicodélicos, después pide una horquilla con amortiguadores oscilantes inferiores, con grandes muelles delante del cabezal de dirección, después exige un manillar de ángulos rectos y el soporte del espejo retrovisor tiene que ser de hierro forjado, retorcido en forma de candelabro del siglo XVII.
Eliso protesta tímidamente:
-Minina, mira que no estoy muy de acuerdo. Una moto seria no anda por ahí con el farolillo trasero en forma de orquídea.
La Minina, por toda respuesta, exige un tubo de escape tipo tubo de órgano y manda sujetar un pequeño trombón bajo el sillín. Después tampoco el sillín le va bien; lo cambia todos los días. Y acaba queriendo, en lugar del sillín, un sillón de dentista.
-¡Cuesta un ojo de la cara! -exclama Eliso con lágrimas en los ojos-. Tendré que trabajar hasta de noche, como el Pequeño Escribiente Florentino*, para comprártelo... Sin contar con que, a este paso, tú ya no eres mi niña, como dice la canción: te me estás volviendo una... casi me da vergüenza decirlo... Te estás volviendo una chopper. *(Es el protagonista de una de las historias de Corazón, de Edmundo de Amicis, que para ayudar a su pobre padre, sobrecargado de trabajo, se pasa las noches copiando direcciones en sobres. Es un prototipo del hijo abnegado. (N. del T.)

La Minina, calladita. No le peta discutir. Eliso compra el sillón de dentista a plazos y para pagar los plazos trabaja veinte horas al día: de deshollinador, de afilador, de herrador, de físico atómico, de vendedor de pedales, y cien oficios más. Trabajando así se ve obligado a descuidar a la Minina, le hace poca compañía, la saca raramente de paseo, nunca la lleva al cine. La Minina, taimada, no habla, pero demuestra que está poco satisfecha con esa existencia, que para una moto jovencita como ella debe de ser más aburridilla que nada. A lo mejor piensa que se le enmohecen los caballos y el freno delantero de disco con mando hidráulico; pero si lo piensa no lo dice, si lo dice nadie la oye, si alguien la oye no va por ahí contándolo.
Sin embargo, una noche Eliso llega a casa y Minina no está. Ya no está. Ha dejado allí un embrague automático, se ve que se lo ha cambiado, y se ha escapado con un ladrón de choppers que se compadeció de ella al verla tan sola y abandonada.
-¡Vuelve a casa, Minina! -llora Eliso acariciando tiernamente el embrague automático. Pero la Minina está ya en Monticelli de Ongina, está ya en Massalombarda, está ya en Falconara Marittima con su guapo ladrón, quién sabe dónde estará.
Eliso parte en su busca, a pie, enjugándose los ojos con un pañuelo sucio para ver bien la carretera y los alrededores. Hace auto-stop en la autopista, toma autobuses, automotores, autotanques, autofurgones. De noche duerme bajo los viaductos, entre los setos de las isletas, o apoyado en un quitamiedos. Cada vez está más triste. Pesa sólo setenta y cinco kilos, pero no ha disminuido de estatura.
Así, ahora, por las carreteras hay muchos buscando. Está Eliso que busca a la Minina. Y están los agentes secretos del comendador Mambretti que buscan a Eliso. En efecto, el comendador Mambretti no se ha resignado nunca a la fuga de su amado hijo, también a causa de que su mujer, doña Osvaldina, le ha puesto la cabeza como un bombo a fuerza de reproches:
-Ya podías dejarlo casarse con quien quisiera; ¿te parece que hoy en día una moto japonesa no es una mujer tan buena como cualquiera? Todo por tu orgullo de fabricante de accesorios para sacacorchos. ¿Ya no te acuerdas de que tu madre quería que te casaras con la Firma Mambrucci, productora de desodorantes para gatos y afines, y a mí no me quería, porque era hija de simples latifundistas?

El señor Mambretti, que en secreto es también propietario de una agencia de agentes secretos, manda buscar a Eliso por tierra y por mar, con todos los medios de comunicación y de transporte. Durante meses y meses los agentes le mandan informes sin sustancia, por telégrafo, por correo y en mano por motoristas: «Eliso localizado en Bordighera disfrazado de jubilado de Ferrocarriles stop Conocida motocicleta camuflada de plantación de claveles»; «Huellas de moto japonesa en Mont Blanc stop Siguen detalles». Y después los «detalles» consisten en una tarjeta postal con una flecha que tendría que señalar las supuestas huellas y en cambio señala un ventisquero, con un aspecto nada motociclista.
El comendador Mambretti responde a estos mensajes con amenazas encendidas y furiosas: «Si no encontráis a mi hijo os mando exilados a Portugal stop Dejad de buscarlo donde no está. Buscadlo donde se encuentra, listillos stop Cordiales saludos de X 15,75».
«X 15,75» es el nombre secreto del comendador Mambretti para estas circunstancias.
Por fin el agente Kappa Cero -un contable de Bagnacavallo apasionado por el espionaje tiene una idea que vale por dos: se disfraza de cartelón publicitario de una marca de guardabarros y bastidores y se coloca en la Autopista del Sol, entre Orvieto y Bomarzo, a la espera de los acontecimientos. Y ocurre que Eliso pasa justamente por allí, a bordo de un bólido conducido por un fraile capuchino, ve el cartel y exclama enseguida:
-Padre, me quedo aquí. Gracias por el viaje y hasta la vista.
El fraile pega un frenazo en seco en cuarenta y dos metros y veinticinco centímetros. Eliso se baja y corre a contemplar los guardabarros y bastidores, que son su pasión. El agente Kappa Cero lo reconoce y empieza a hablarle de papá que llora, de mamá que reza, de la señorita Susi Mambrini que lo espera, de la señorita Foffi Mambroni que piensa en él, de la señorita Bambi Mambrinelli que sueña con él por la noche.
-¿Y cómo sueña conmigo? -pregunta Eliso.
-Vestido de ángel -responde el agente Kappa Cero.
-No me va -dice Eliso-, habría preferido que soñase conmigo con faja de ante, la amiga del motociclista, que se adhiere agradablemente a la piel preservando el abdomen de las corrientes de aire, mantiene una grata tibieza, pero no hace sudar y además no se enrolla.
-¡También yo la llevo! -grita con entusiasmo el agente Kappa Cero. Se desabrocha la camisa y demuestra que dice la verdad. Eliso, a causa de la faja, simpatiza con él. Van a tomar un té frío a un restaurante de la autopista, abriéndose paso entre diversos autobuses de turistas holandeses. Mientras toman el té, el agente Kappa Cero se dedica a convencerlo.
-Vuelve la primavera --dice-, vuelven las golondrinas al nido, vuelve el asesino al lugar del crimen, ¿por qué eres el único que no quiere volver?
-Eso mismo me pregunto -dice Elisopero no sé qué responder. Nunca ha sido mi fuerte responder a las preguntas.
-¿Sigues amando a Minina? -susurra confidencialmente Kappa Cero.
Eliso, imitando sin saberlo a su padre, reflexiona un poco. Después responde:
-No, ahora que lo pienso se trató de una chifladura pasajera. Ha sido el primer amor que jamás se olvida, pero ahora estoy un poco harto. Casi, casi regreso a casa, con la condición de que mi padre me devuelva la paga semanal.
-¡Te lo aumenta! -comunica el agente Kappa Cero, que tiene plenos poderes-. Te lo sube a ciento cincuenta.
-Pero quiero un Ferrari -continúa Eliso.
-Concedido -anuncia Kappa Cero-, y también tendrás un Stanguellini.
-Y además -acaba Eliso-, quiero casarme con una motocicleta. No con la Minina, que me traicionó con otro.
-¡Cuentas con la bendición de tus padres! -anuncia Kappa Cero-. Tu madre te acompañará al garaje y al altar.
-Entonces, de acuerdo -concluye Eliso.

Emprenden viaje en el coche del agente Kappa Cero, que es un Jaguar disfrazado de Porsche de incógnito.
Por el camino, para no descuidar la cosa cultural, visitan el castillo de Francisca de Rímini, la iglesia de Polenta y la Exposición del Calzado de Bolonia. Y precisamente en Bolonia, bajo los soportales, Eliso se detiene fascinado ante un escaparate. Kappa Cero, desconfiadísimo, trata de arrancarle el secreto de esa fascinación. Mira a la tienda y ve una dependienta morena, de ciento sesenta y dos centímetros de alto sin tacones, con ojos de terciopelo verde, una sonrisa tan amable que sólo con verla se oyen tañer las campanas.
-Preciosa --dice Kappa Cero-, realmente preciosa.
-¿Verdad? -agrega Eliso-. Me caso con ella. O con ninguna. He dicho.
Se suceden otras preguntas y respuestas y por fin Kappa Cero comprende que Eliso no se ha enamorado de la bellísima dependienta, sino de una lavadora expuesta en el escaparate. Un milagro de la técnica electrodoméstica. La perfección diseñada por un gran artista. La Miss Universo de las lavadoras.

Eliso no se mueve del escaparate, no quiere dar un paso más. El agente Kappa Cero se ve obligado a usar su radio receptotransmisora que lleva en la boca, metida en un diente postizo. Con ella advierte al comendador Mambretti y una hora después allí están, el comendador Mambretti y doña Osvaldina. Él no está del todo feliz con ese proyecto matrimonial, pero la señora está en el séptimo cielo.
-¡Figúrate! ¡Tener una nuera lavadora! Seré la primera en toda la provincia de Módena. Y además será muy cómodo, para la colada.
En resumen, piden la mano de la lavadora. Ella no dice que no; quien calla otorga. Eliso se casa con ella y viven felices y contentos. De Minina no se vuelve a tener noticias. Pero sabemos que se ha convertido en triciclo y vive pacíficamente en Busto Garolfo, junto a Busto Arsizio.

Gonzalo Amorin said...

Muito obrigado Martinha por lembrar-te dos dous moteiros (um melhor ca outro). O conto é bem pavero, nunca mirara tal classe de perverçom. Como poderiamos chama-la...tecnofilia, ou maquinofilia tal vez, ou motorfilia...hehehe!!! Eu penso que lhe vai mais ao Tavete, a mim ainda me queda muito para conhezer bem a Molly, por agora nom dí nada tampouco. Limita-se a ir aos poucos com dous olhimhos grandes e claros que pidem mais e mais. O jinete ainda nom dá pra mais digo-lhe eu, pero ela de vez em quando encomoda-se e trata por tirar mais rápido. Eu deixo-a um ratinho para logo relaxar a mam. Nom vaia ser que se confie. Pouco a pouco. Si, o conto vai mais com o Tavete!! hehehehe!!

Um bico Martinha!!

gusta_vete said...

Si, si.. eu non sei vivir sin moto. Pero ai unha que non sabe vivir sen historias e debuxos. Xa che dixen que precisas vacas_ciones
Xa pareces un músico, ou calquera desta xente rara que traballa no que lle gusta e disfruta co seu traballo e engánchase. Vai te o médico e faite mirar eso agora que ainda estás a tempo, que esos acaban todos mal. Graciñas polo conto está ben, pero faltan as ilustracións. Veña, vemonos.

O'Poldow said...

moito, moi bon este Xancinho Rodeiro!
linlle os Contos a Máquina -creo que era- nunha tradución moi ben feita, que non lembro en que editorial era... gran dato de polígrafo!
gustoume ben este. rodari parece que te leva polo aire cando narra, é gostoso coma estomballarse nunha cama ben feita. abaixo os acesorios de tirarrollas!

só unha pega. había que mirar outra maneira de poder postear textos tan longos, que así fica pouco Beaudelaire(digo: pouco bo de ler)

Pero en todo caso Benvenuto e Graziemille

Marta said...

Alégrome de que gostara.
Por certo o´poldow, este relato é do seu libro "contos escritos a máquina", pero son tantos que é normal que non te lembres. É o bon que teñen estes libros de relatos numerosos, que os podes ler de novo bastantes veces.

O'Chini said...

Eu o que fago para ler um texto largo e cola-lo em word ou similar e logo imprimi-lo para ler no caminho a algures. (Bom este aindo nom tivem tempo)

Pero concordo que o formato do blog estira os textos dos comentarios umha barbarida e os afeia. Conste que se podem ler os comentarios em formato ancho em
Lista completa de comentarios e tamem no proprio post, em formato ligeiramente mais ancho El motorista enamorado