Opinion de Jose Luis Gomez, director de Xornal de Galicia
Al PSOE le sucedió algo muy curioso con el tripartito que presidió el socialista Fernando González Laxe (1987-89). Le dedicó más atención Manuel Fraga que los propios socialistas, que renunciaron a poner en valor aquel gobierno y sus resultados del 89, a pesar de ser los mejores de la historia, con 28 escaños. Es una de esas grandes contradicciones de los socialistas gallegos, capaces de mezclar mezquindades personales con situaciones como la descrita.
Aquel gobierno, en apenas dos años y medio de gestión, creó las universidades de A Coruña y Vigo; dejó huella, con grandes obras, en las principales ciudades de Galicia, y asentó varios pilares legislativos de la autonomía. Consciente de sus valores y, sobre todo, de su estrategia de fondo -con el tiempo captada por el historiador Xosé Ramón Barreiro-, Fraga demonizó en más de una ocasión al tripartito de Laxe, sin que éste fuese reivindicado por el PSOE, partido que a partir de entonces siempre obtuvo peores resultados, de la mano de Antolín Sánchez Presedo, Abel Caballero y Emilio Pérez Touriño. La política es así. Así de cruel, claro.
A Laxe le queda el consuelo de que aún hoy los socialistas de base le aplauden más que a otros dirigentes; de ahí que -para difuminarlo- ya no le inviten a dar mítines, como sucedió en la estrepitosa campaña ¿presidencial? de Touriño, quien tampoco supo reconocerle ni a él ni a Fraga ni a Albor un verdadero estatus de ex Presidente.
¿Le pagará ahora el PSOE a Touriño con la misma moneda? Leyendo las primeras reacciones de algunos socialistas, no habría que descartarlo, ya que más de uno se le ha tirado al cuello. Peor aún, de la autocrítica de Touriño comienzan a desprenderse más razones para no haberle votado que para lo contrario, lo cual tampoco tiene sentido, ya que ni el bipartito lo hizo tan mal ni son tan pocos los gallegos que avalaron su gestión. Sin contar los votos del exterior, nada menos que 750.000 gallegos respaldaron en las urnas al PSOE y al BNG, solo 10.000 menos de los que eligieron las papeletas del PP.
La Xunta de Touriño comunicó mal -muy mal- pero, del mismo modo que pasó con la de Laxe, seguramente llegará un día algún historiador que la pondrá en valor, no por su desastrosa campaña, sino, por ejemplo, por sus líneas de trabajo en defensa de lo público. Una cosa es que la prensa amarilla y la de derechas centren toda su atención en el Audi de Touriño y otra distinta que los analistas rigurosos reparen en la estrategia política de fondo del PSOE y el BNG.
Sin convertir el bipartito de Touriño y Quintana en un paradigma -no es eso, no es eso...- sí se pueden encontrar aspectos positivos en sus casi cuatro años de gobierno, como el urbanismo y la ley de los 500 metros, el banco de tierras, el desarrollo energético en clave gallega, la recuperación de la sanidad pública, la internacionalización de la cultura o las normas del habitat y los planes de vivienda. ¿O no?
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