XL Barreiro Rivas
Artigo de Opiniom, domingo 7 de Novembro.
Esta última semana no hice otra cosa que ensalzar la peregrinación pontificia, defender la actuación de la Xunta, y dar sentido democrático a los gastos generados por la seguridad y el protocolo del Estado. La visita me pareció importante como ciudadano y como cristiano, aunque cumplo mucho mejor con mis deberes y convicciones políticas que con mis obligaciones y creencias religiosas. Pero ahora, a «Papa pasado», quiero hacer algunas críticas, por si pueden servir para cuando peregrine Benedicto XVII.
La peregrinación del Papa hubiese calado mucho más si, en lugar de la parafernalia montada para que la gente lo saludase en la carretera y pudiese asistir a la misa, se hubiese optado por dejar libre y expedita la plaza del Obradoiro, y se hubiese celebrado la eucaristía en la propia catedral. Dentro del templo -porque apenas cambiaría nada si fuesen dos mil, y no seis mil, los privilegiados asistentes al acto-, o en la gran escalinata del Obradoiro -donde los marinos cantaron la Salve - con un sencillo altar como el que usan en Roma. Porque al final la pantalla de TVG le ganó el pulso al altar, mientras la basílica, con sus cuatro plazas, podría haberse convertido en la iglesia más grande del mundo.
Esta solución mejoraría la estética de los actos y su retransmisión, ahorraría miles de euros correspondientes al altar y a la iluminación y sonorización de la plaza, y daría más sentido pastoral a la visita. Y nada hubiese impedido que el Papa saliese a la escalinata a rezar el Ángelus y a impartir la bendición. Las críticas y los costes se hubiesen rebajado a la mitad, la espiritualidad y la belleza de los actos se hubiese multiplicado por mucho, y el espectáculo de confusión entre lo político y lo religioso hubiese mejorado de forma significativa. La catedral, que acogió un solo acto, pudo acoger tres -una misa, una recepción a los enfermos y una alocución a los políticos e intelectuales cristianos, por ejemplo-, y el contacto del Papa con el pueblo hubiese mejorado notablemente.
El otro error fue gastar tanto esfuerzo y tanta seguridad en convertir el trayecto de Lavacolla a Santiago -puro monte y clima desabrido- en un camino de honra, en vez trazar el recorrido del papamóvil dentro de la ciudad. Los compostelanos y los peregrinos lo hubiesen agradecido mucho, la gente podría esperar en las calles tomando un café y bien atendida, y la televisión se habría recreado en bellísimas perspectivas. La diferencia sería abismal, aunque la opción que yo propongo hubiese obligado a bloquear -como se hizo en Barcelona- quince manzanas de casas, que en Compostela equivalen a toda la ciudad.
¿Qué por qué no lo dije antes? Porque, aunque tienen mi móvil, nadie me lo preguntó.
http://www.lavozdegalicia.es/opinion/2010/11/08/0003_8835449.htm
segunda-feira, 8 de novembro de 2010
Una reflexión a Papa pasado
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